De soñar con el fútbol a ser la promesa del trail colombiano

Con tan sólo 23 años, Gustavo Buitrago clasificó para la final de Sky-running, que se disputará el 19 de octubre en Limone, Italia.

22 de julio de 2019

La serie Sky-running tendrá su gran final el próximo 19 de octubre en la ciudad italiana Limone, donde ya hay dos competidores sudamericanos clasificados. Por un lado, Remigio Huamán, el peruano con credenciales archi-conocidas por todos.

Y por el otro, silbando bajito y con sólo 23 años, Gustavo Buitrago, el colombiano que es una de las promesas del trail de dicho país.

La competencia, según detalla el sitio especializado Carreras de Montaña, tendrá un recorrido de 27 kilómetros y 2600 metros de desnivel técnico, incluyendo un ascenso hasta la cima del Monte Carone, a algo más de 1600 metros por sobre el nivel del mar.

Pero el inicio de la historia de este corredor está lejos de las carreras. Tampoco se  relaciona al ciclismo, disciplina en la que hoy también le va bien, sino en el fútbol.

Desde pequeño, Gustavo atajaba y soñaba con llegar a atajar en la Liga Águila (máxima categoría del fútbol colombiano) y hasta los 20 años, todos sus esfuerzos estaban ligados a la actividad. Vivía para dicho deporte, pero no obtener los resultados que quería lo frustraban. “Fue un golpe en mi vida, porque para mi el fútbol era todo, por eso cuando dejé de jugar, estuve más de seis meses deprimido”, recuerda charlando con Más Aire.

Pero tras recuperarse de ese duro golpe emocional, comenzó a practicar ciclismo e ir al gimnasio, hasta que un día alguien le recomendó subir corriendo al cerro Monserrate, en Bogotá. Con un ascenso empinado y llegando a superar los 3000 metros de altura, no sólo le gustó el recorrer ese largo camino hasta la basílica que se encuentra en la cima, sino que empezó a querer bajar sus marcas.

Hasta que un día llegó a sus oídos una carrera que lo metió de lleno en esta actividad: el ascenso a la Torre Colpatria, un rascacielos de los más altos del país, con 49 pisos.

Sin preparación específica, Gustavo se anotó y clasificó 10 entre 3000 inscriptos. Eso lo dejó feliz y con ganas de entrenar mejor para el año siguiente. En el medio empezaron a aparecer pruebas de duatlón y de trail que le abrieron un panorama diferente, formando al corredor que es en la actualidad.

Así fue como empezó a hacerse de un nombre en el trail de Colombia y al tener la chance de medirse en Europa, no lo dudó.

Así fue como corrió dos pruebas: Dopia W60 (60k con 3800 mts de desnivel) y Livigno (34k con 2500), finalizando en los puestos 4 y 9, respectivamente.

“Pude correr con los mejores del mundo y aprender mucho, medir fuerzas y evaluar mis debilidades para sacar lo mejor de mi”, expresó.

Así fue como clasificó a la final en Italia, pero por sobre todo, aprendió sobre un terreno completamente diferente al colombiano: “Soy nuevo y tengo mucho que mejorar. Por ejemplo, estar en los Alpes es algo que te cambia todo lo que ya sabes, porque al no ser local, ves un descenso más inclinado, con rocas y nieve, volviendo todo más técnico. Esos cambios te permiten crecer”, analiza.

“Todas las carreras te marcan, pero la de Livigno me dejó mucho, porque venía de hacer 60k y me decían que no me iba a poder recuperar tan rápido. Que me alegrara de terminar entre los 30 o 40 primeros…pero me llené de coraje y confié en mis capacidades. Así fue como pude terminar entre los 9 primeros, no muy lejos del puntero”, rememoró.
El trail en Colombia ha crecido mucho, pero Gustavo aún espera un impulso mayor: “Hay una gran calidad de corredores, y se nota que las carreras cada vez están mejor organizadas. Resta un mayor apoyo y el armado de una Selección”.
Con humildad, pero cierta ansiedad propia de la edad, Buitrago trata de hacer su propio camino, pero guarda reconocimiento a corredores de la talla de los hermanos Cardona, William Rodríguez, o los europeos Luis Hernando o Kilian (Jornet, ¿qué otro?).
Resta mucho por delante, pero así y todo, no pierde sus ilusiones de correr un circuito europeo en un futuro. “Allá hay muchas alternativas, yo quiero seguir creciendo y ojalá en un futuro eso llegue…”, cuenta mientras sus ojos le brillan.

De a poco, ese chico que tenía una pelota en su cabeza, hoy la cambió por cadenas montañosas que lo tratan mejor y le dan un futuro.

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