Tiene 63 años y caminó de Ushuaia a Canadá
Martín Echegaray Davies cumplió una verdadera hazaña: salió Ushuaia hace dos años y diez meses y caminó casi 23 mil kilómetros.
El argentino Martín Echegaray Davies cumplió una verdadera hazaña: salió de su casa hace dos años y diez meses con el sueño de unir, caminando, Ushuaia con Canadá.
Y aunque en realidad no pudo cumplir su proeza porque la pandemia del Covid-19 lo detuvo en Canadá, recorrió nada menos que 22.860 kilómetros.
“No pude alcanzar el objetivo final, pero sí logré hacerme reconocer. Estoy conforme todo lo que caminé, partiendo desde Ushuaia. A uno le abre la mente conocer otras culturas, y yo no me voy a olvidar nunca más”, dijo, más que satisfecho.
Fue en 2017 cuando decidió armar un carrito con ollas, una silla, comida y un campamento completo, y se lanzó al reto. Todo fue documentando en 93 videos de YouTube, donde se puede ver a este hombre proveniente de Trelew, en la provincia del Chubut, en medio de la Patagonia, detallando su increíble travesía.
Además, se hizo conocido en las redes sociales a través del hashtag #caminatalas3americas, donde se pudo seguirlo a través de los diferentes pueblos y ciudades.
Un detalle curioso de este aventurero es que no usó ropa deportiva pero, tampoco lució una barba como de náufrago. En realidad, de no ser por su carrito sería difícil saber que es un caminante, una especie de peregrino: siempre se lo vio con su sombrerito gaucho de color negro, su bigote bien delineado, su camisa y, a veces, hasta corbata y jeans con cinturón de cuero.
“En los dos años y medio usé un total de cinco pares de zapatos con punta de acero. Son los únicos que duran para caminar todo el día sin que lastimen los pies”, explicó.
Recordando su experiencia, contó que “en algunos lugares había gente que hacía fila para saludarme. Por ejemplo, en México. Era increíble la cantidad de personas que me esperaba en los pueblos”. Y fueron muchos de esos desconocidos quienes lo ayudaron con alojamiento, comida, financiamiento o una conversación amable durante su viaje.
La pandemia lo detuvo cuando llegó a la ciudad fronteriza de Fargo, en Dakota del Norte, justo en el límite de Estados Unidos con Canadá, donde se vio obligado a finalizar su recorrido, que había iniciado nada menos que en Ushuaia.
“No pude llegar a Alaska como quería. En total, caminé 22.860 kilómetros hasta la frontera, y me quedé ocho meses esperando que se pudiera entrar para finalizar mi viaje en Alaska. Estaba a seis mil kilómetros de mi destino, pero no pude llegar y tomé un avión de regreso”, recordó.
Un cambio de vida
Davies caminó siempre solo, arrastrando su “carricatre”, como bautizó al carrito donde llevaba sus pertenencias. ¿Qué lo motivo? “Quería hacer algo trascendental para mí, para mi familia y la gente que me conoce”, dijo con simpleza esta persona que, hasta el 2014, trabajaba reparando molinos, pozos y alambrados en las cercanías de su ciudad.
Pero eso cambió luego de que su madre falleciera: “Quise conectar con mi historia familiar. Por el lado materno, soy descendiente de los primeros colonos provenientes de Gales que llegaron a instalarse en esta zona y empecé a investigar cómo vinieron”. Y esa curiosidad, justamente, lo llevaría a emprender las primeras caminatas.
Como muchos en Chubut, él es descendiente de ese grupo de británicos que se instalaron en esta zona de la Argentina en busca de mejores horizontes de vida a lo largo del siglo XIX. La historia cuenta que barcos provenientes de Gran Bretaña llegaron con cerca de 200 colonos galeses hasta Puerto Madryn en 1865, en plena Patagonia argentina.
Desde allí, hombres, mujeres y niños, caminaron hasta Rawson, 82 kilómetros al sur, buscando el río Chubut para instalarse.
“Ellos no tenían caballos ni nada; llegaron caminando a esta zona. Y en conmemoración de ellos surge la idea de comenzar a caminar”, explicó. Y agregó que “aquí hay grupos que recuerdan esta hazaña haciendo la caminata original, y yo me sumé a estas iniciativas en un comienzo, pero con el tiempo quise ir más allá”.
De Ushuaia a Canadá, el objetivo
Así fue que en el 2015 caminó por una ruta de 2152 kilómetros que se extiende por el interior de la provincia del Chubut, imitando la expedición de reconocimiento de 5000 kilómetros que en 1885 realizó a caballo el primer gobernador de la zona, Luis Jorge Fontana.
Una vez de regreso a Trelew, las cosas habían cambiado para él: “Muchos medios me entrevistaron, pero todavía me seguían conociendo sólo los vecinos, así que quise hacer algo más trascendental y decidí hacer esta caminata en honor a los galeses. Me inspiraba pensar que ellos llegaron y no tenían nada. Movieron la tierra, encauzaron el río y lograron tener un tren a sólo 20 años de comenzar”.
El viaje lo realizó como homenaje a los colonos galeses, sus antepasados, que caminaron por la Patagonia hasta establecerse. La planificación era que primero pasaría por las 23 capitales de provincia en la Argentina, caminando un total de 9680 kilómetros. Luego, el viaje partiría en Ushuaia.
Más adelante cruzaría a Chile, en la zona del estrecho de Magallanes, para regresar nuevamente a Argentina. Después, subiría a Bolivia y, ya rumbo al norte, pasaría por Perú, Colombia. De ahí, Panamá, Costa Rica, Honduras, El Salvador, Guatemala, México, Estados Unidos y finalmente, donde no alcanzó a llegar por la contingencia, Canadá y Alaska. En total habría caminado 25 mil kilómetros.
“Hubo muy pocos preparativos en este viaje. Tardé dos meses en reformar el carrito antes de salir desde Ushuaia. Le puse ruedas de bicicleta, que me duraron dos mil kilómetros. A la altura de mi ciudad se rompieron completamente y tuve que parar 22 días para cambiarlas por unas más resistentes y gruesas, de moto. Pero más allá de eso, no preparé mucho más la caminata”, confesó.
Caminar se transformó en un ritual
Davies dice que rápidamente se habituó al ritmo extenuante de su caminata. Solía levantarse muy temprano, una hora antes de que salieran los primeros rayos del sol, para comenzar a caminar. Al mediodía paraba para comer algo y descansar alrededor de una hora. Lo mismo hacía a media tarde, hasta que el sol se escondía y ya comenzaba a buscar un lugar donde dormir o un refugio donde acampar.
“Llevaba todo el campamento completo conmigo, para comer y dormir. Entonces quedaba donde quedaba. A veces llegaba a una ciudad, a veces no. La mayor parte del tiempo no llegaba a los pueblos. Pero cuando estaba en las ciudades, siempre tenía alguien que me conocía por una cosa o por la otra y me ofrecían alojamiento”, contó.
La parte más difícil del viaje fue cuando le tocó soportar el frío de Norteamérica: “Llegué en pleno invierno y fue lejos lo más duro. Aunque tuve la suerte de encontrar mucha gente que me ayudó y me dio su hogar”.
Sin embargo, nunca quiso quedarse más de lo necesario en un lugar, porque “yo estaba haciendo un rally, no una caminata turística. Quería llegar antes de tres años de haber salido de Ushuaia a Alaska y tenía que tratar de hacerlo en el menor tiempo posible”.
Su viaje no contó con ningún apoyo económico, a pesar de que trató de conseguir auspicios con empresas al comienzo. Pero no lo logró y partió sólo con dinero de su bolsillo. Sin embargo, a medida que se fue haciendo conocido, muchas personas lo ayudaron, le ofrecían espacio para alojar y hasta lo apoyaron económicamente.
“Volví a casa casi con el mismo dinero que me fui”, dijo, orgulloso. Y ya sueña con nuevos desafíos: “Me encantaría realizar nuevos viajes. Siempre soñé con recorrer la Ruta 5 en Chile. Quizás lo haga”.
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